¿Como afrontar el estrés en el regreso a la oficina post COVID-19?

​Tendremos que adaptarnos a una nueva rutina que pueden desembocar en estrés o ansiedad
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regreso a la oficina post covid-19



Después de meses sin pisar la oficina parece que septiembre será el mes donde la mayoría de las empresas invitarán a sus empleados a volver. De nuevo tendremos que adaptarnos a una nueva rutina que posiblemente no será la conocida antes de la pandemia pero que supondrá, a buen seguro, un gran cambio respecto al teletrabajo. Nos será extraño enfrentarse a diferentes tipos de incomodidad o malestar psicológico que pueden desembocar en estrés o ansiedad. 

Los mecanismos de defensa son herramientas que nos permiten encontrar un cierto equilibrio psicológico en un momento de crisis o incomodidad, es decir, en un momento en que nuestro bienestar psicológico se tambalea.

Algunas de las principales reacciones que los empleados pueden experimentar ante este escenario tienen que ver con:


  1. Miedos relativos a la salud. Aunque las medidas para contener la pandemia de la Covid-19 van mejorando paso a paso, muchas personas siguen teniendo miedo a enfermar o a contagiar a las personas de su entorno si empiezan a romper indiscriminadamente sus burbujas de convivencia.
  2. Pereza por retomar viejas rutinas. Nos acostumbramos rápido al teletrabajo y cambiar ahora los hábitos construidos a lo largo de los últimos meses no es sencillo. Muchas personas no sentirán un miedo real por su salud ante el hecho de volver a trabajar desde la oficina, sino que su rechazo a hacerlo puede tener más que ver con la pereza que nos genera cambiar de rutinas.
  3. Añoranza de la libertad y concentración de estar en casa. Muchas personas han sufrido un extra de estrés por el hecho de teletrabajar, pero otras han disfrutado de mejor flexibilidad horaria, un ambiente de mayor concentración, menor sensación de ser supervisados, mayor autonomía y, en definitiva, mayor comodidad que trabajando desde la oficina. El miedo a perder esto al volver al antiguo sistema puede generarles un alto nivel de insatisfacción y malestar.
  4. Aversión hacia la convivencia con el jefe y los compañeros con los que no encajamos. Lo peor de un trabajo pueden ser los compañeros directos con los que nos toca coordinarnos día a día. El teletrabajo no hace que estas personas desaparezcan, pero sí que el contacto con ellas se suavice muchísimo. Tener que regresar a la oficina para trabajar, literalmente, codo con codo con esas personas que nos hacen sentir mal puede ser para mucha gente el motivo número uno de reaccionar negativamente ante la vuelta a la presencialidad.
  5. Estrés de ir de nuevo con el tiempo más justo. El teletrabajo puede ser aburrido, incluso puede sobrecargarnos en algunos momentos o hacer que nos aislemos. Sin embargo, también ahorra mucho tiempo al cabo del día, así como el estrés de ir con prisas, tener que usar los transportes públicos, estar en una oficina que a veces no es el lugar más adecuado para realizar óptimamente nuestra tarea, salir de casa forzosamente tanto si diluvia como si hay una ola de calor… La presencialidad tiene sus ventajas para el trabajo pero también nos aporta múltiples estresores que muchas personas no quisieran tener que experimentar de nuevo en caso de existir alternativas.
  6. Vuelta a la conciliación. Muy relacionado con el punto anterior, muchas familias compusieron sus nuevos horarios conformes al teletrabajo. Llevar a los niños al colegio dejó de ser un problema cuando la nueva oficina se encontraba en casa. La presencialidad y los horarios establecidos significa tener que replantearse de nuevo los horarios y hacer encaje de bolillos para llegar a todo.



regreso a la oficina



¿Cómo afrontar estos sentimientos?

Los psicólogos de la plataforma ifeel recomiendan tirar de mecanismos de defensa para estructurar una versión de los hechos que deje de lado la parte más emocional y que se centre en la lógica y el sentido que tiene la realidad, con el objetivo de ver las cosas de una manera alternativa al miedo, el enfado o la incomodidad. Los mecanismos de defensa son herramientas que nos permiten encontrar un cierto equilibrio psicológico en un momento de crisis o incomodidad, es decir, en un momento en que nuestro bienestar psicológico se tambalea.


  1. Negar que no me apetece volver. Consiste en negar la realidad, es decir, negar que me sienta mal volver a la oficina o que tengo miedo por el hecho de sustituir el teletrabajo por la presencialidad. “¿Ansiedad por volver? Ninguna, me es completamente indiferente. No me afecta para nada”. Negar es una manera de convencernos a nosotros mismos de que el problema, o la amenaza, no existe para así no sentirnos mal por ese problema. En nuestra mente creamos, literalmente, un mundo paralelo en el que lo malo no ha sucedido o no va a suceder, incluso cuando es muy evidente que sí lo ha hecho. Al ser un mecanismo muy intenso suele aparecer cuando el nivel de ansiedad ante los hechos es muy elevado o cuando la persona no tiene la flexibilidad suficiente para desarrollar otros mecanismos.
  2. Relativizar la vuelta. Toma un poco de distancia respecto a los hechos y compáralos con las posibles alternativas tanto mejores como, sobre todo, peores, para lograr sentir más conformidad con lo que nos toca vivir. “A ver, me da miedo regresar, pero peor lo tienen las personas que ni siquiera tienen trabajo, así que tampoco me voy a morir por volver a la oficina”.
  3. Minimizar el problema. Consiste simplemente en admitir lo que ocurre pero restándole importancia, para que no parezca tan grave, ni de cara a nosotros mismos ni de cara a los demás. “Me da miedo volver, pero tampoco terror, simplemente es algo de incomodidad” (aunque realmente sí me molesta mucho, o me da mucho miedo, es solo que minimizo). Por ejemplo, cuando negamos, relativizamos o minimizamos la importancia de un hecho corremos el riesgo de que los demás no conozcan realmente cómo nos estamos sintiendo, ya que les transmitimos que no es para tanto, que estamos bien y eso hace que disminuya la probabilidad de que nos apoyen o aporten alguna solución. La honestidad en la vida sobre cómo nos sentimos a veces puede perjudicarnos, pero también es una manera de indicarle a los demás que necesitamos ayuda, que necesitamos que la situación que nos provoca malestar cambie.
  4. Encontrar una compensación para mí. Para usar este mecanismo de defensa debemos encontrar una compensación, un premio, un resarcimiento, a cambio del malestar que nos provoca regresar a la oficina. “Ya que voy a pasarlo mal volviendo, me merezco regresar algún día en taxi, negociar algo de flexibilidad en el horario, estrenar algo material…”.
  5. Sublimar. Intentaremos transformar el miedo, rabia o incomodidad que sentimos por tener que regresar a la oficina en algo productivo. “Me da miedo regresar, pero esto me va a hacer implicarme más en la empresa, madurar como persona, tendrá un beneficio para la empresa que me dará satisfacción, o será ejemplo para otras personas o empresas”.
  6. Reduce al máximo toda conducta que tenga que ver con el regreso a la oficina. El objetivo, como en los anteriores mecanismos de defensa, es minimizar el nivel de contacto psicológico con la realidad: tienes que regresar. En la evitación pospondríamos al máximo la fecha de regreso, la cantidad de tiempo pasada en la oficina, el contacto con otros compañeros…

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