Cultura, Innovación y desarrollo en los negocios post-pandemia

​la culturalidad; cómo impulsa o bloquea el desarrollo de los negocios
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Innovación y desarrollo en los negocios post-pandemia



La globalización del siglo pasado trajo consigo un error de percepción que seguimos arrastrando hasta ahora: la creencia de que existe un consenso entre significados y significantes, sobre todo cuando se trata de negocios. En esta oportunidad hablaremos acerca de la culturalidad, y cómo impulsa o bloquea el desarrollo de los negocios.


Para la neurociencia, la cultura es una evolución del sistema nervioso central. Una especie de código invisible y silencioso que permea los razonamientos más sofisticados en las salas de juntas de las grandes empresas. Cuando se generan diferencias, con frecuencia nos vemos ante una discusión para ver quién tiene la razón o quien es más lógico, pero difícilmente nos preguntamos porqué la otra persona ve el mundo de esa forma, y como un mismo hecho nos lleva a tomar posturas completamente opuestas (o complementarias, que es la forma como me gusta llamarlo).


La cultura precede a la lógica


Sin ir muy lejos, hace poco leía en Twitter un reconocido financiero y estratega económico mexicano quien, con mucha seguridad y certeza, criticaba el “error” de diseño del emoji de tendencia al alza, cuya línea de trayectoria es de color rojo. Detrás de él, muchos apoyaron la ignorancia del diseñador, sin que nadie se tomara un instante para validar el contexto cultural donde se originó el diseño. Al final compartí, en el mismo tweet, que el diseño es de origen japonés, y que la cultura japonesa asocia el color rojo a la prosperidad, a la vitalidad y la energía (lo que representa el punto rojo en su bandera). 


En la cultura occidental identificamos el progreso con el color verde, pero en la cultura oriental se usa el rojo. Al ignorar la culturalidad, elaboramos conclusiones precipitadas a partir de nuestros mapas mentales, y desde allí generamos juicios de valor que nos arrastran a tomar decisiones predeciblemente erradas.


Las diferencias culturales son mucho más que las barreras lingüísticas o significados de colores. Incluyen todo un sistema evolutivo que describe la forma idónea de sobrevivir y prosperar en el entorno y momento donde dicha cultura se desarrolla. 


Un estudio publicado por la Universidad de Berkeley en el año 2007[1] demostró que los antecedentes culturales influyen de forma dramática en las estimaciones de valoración financiera. El estudio se acotó a una comparación entre las culturas dominantes en Estados Unidos y China, pero es perfectamente válido para otras culturas. En el estudio se demostró que elementos como la información moral y la pertenencia a un grupo afectan considerablemente el juicio de los participantes ante las decisiones económicas. El sentido de pertenencia a la masa que consideramos de referencia, puede llevarnos a validar posturas y tomar decisiones, incluso cuando éstas atentan contra nuestro bienestar.


Por esta razón es importante crear espacios sanos de distancia, e incluso desarrollar el arte de mezclarnos con quienes opinan diferente a nosotros, pues en sus argumentaciones estaremos ampliando nuestro panorama y actualizando nuestras creencias. Como sociedad moderna hemos aprendido que la lógica es la base del razonamiento, olvidando que la cultura es la que marca la lógica, y no al revés. 


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La cultura siempre está evolucionando


A pesar de ser un código invisible, la realidad es que la cultura siempre evoluciona. La cultura cambia cuando algo crea nuevas formas de vida (como la tecnología) o cuando nuevas ideas entran en la cultura establecida (como el teletrabajo).

Para ilustrar este hecho, me atrevo a describir el último, usando como comparación dos países que me resultan familiares pero complementarios: Bélgica y México.


Bélgica es el país en el que he vivido la última década, llegando en un momento donde la palabra teletrabajar prácticamente no existía. Lo que sí existía era un código cultural de trabajo productivo, es decir, de eliminar de las actividades laborales aquello que fuese monótono o repetitivo, dejándolo en manos de sistemas automatizados. La premisa cultural en Bélgica es que los empleados son responsables y comprometidos con su labor, donde el rol de jefatura es sólo guía y apoyo.


Culturalmente hablando, el belga promedio es independiente incluso a nivel familiar, lo que le permite un mayor margen de individualidad con el cual adopta la tecnología. La pandemia generó un punto de inflexión en las formas de producir, ya que la premisa más importante giró alrededor del cuidado de los empleados. El teletrabajo se convirtió en una oportunidad para acelerar puntos pendientes que estaban sobre la mesa: reducción de emisiones de carbono por desplazamientos a los centros de trabajo, un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal, junto con la atención a los factores emocionales de los empleados. En Bélgica se encienden los computadores a las 9:00 am y se apagan entre 4:30 y 5:00 pm.


Cuando nos vamos al caso México en la adopción del teletrabajo, nos conseguimos con variables culturales que afectan de forma significativa el proceso de adopción saludable del teletrabajo. La principal característica de la cultura laboral en México es que se basa en el esfuerzo (hacer más), y no en la productividad (saber qué dejar de hacer). Esto indica que el trabajo duro es un común denominador en la forma como el mexicano promedio dignifica su aporte a la sociedad y como se vende ante su empleador. 


De forma práctica, estamos hablando de una cultura laboral que inconscientemente valora el esfuerzo desmedido, la falta de límites en sus horarios y el desequilibrio entre su trabajo y vida personal. Adicionalmente a ello, las jefaturas retroalimentan esto con la creencia de que a sus empleados no les gusta trabajar, hay que estar encima de ellos y no son de fiar.


Sólo con lo anterior, estamos hablando que la adopción del teletrabajo es, por poco, algo que atenta contra el bienestar personal del empleado mexicano, en lugar de incentivarlo. La carencia de límites sanos propiciados por los mismos empleados, hace que éste esté siempre disponible ante cualquier necesidad de sus jefes, por simple que sea, creando más desbalance aún y afectando negativamente la salud mental y emocional del empleado. Obviamente, esto genera, de forma inconsciente, un bucle de ineficiencia mayor, ya que el desbalance repercute sobre la misma productividad, ante lo que el empleado se obliga a seguir operando incluso estando personalmente desbordado.


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Es posible poner la cultura a favor


Ante los escenarios descritos anteriormente, aparece una interrogante ¿Estamos destinados a perecer ante la innovación, o es posible convertirlo en oportunidad? 


La respuesta no la pueden dar los departamentos de tecnología ni recursos humanos de las empresas, sino que proviene desde ciencias más sensibles, como la antropología, la etnografía, la sociología e incluso la neurociencia. La comprensión de nuestras dinámicas humanas, incluso en la irracionalidad, nos permiten conocernos objetivamente para luego identificar fortalezas que faciliten cambios que nos favorezcan.


Las ciencias que estudian el comportamiento humano son, a mi juicio, mucho más relevantes en el desarrollo de prácticas productivas y de negocios, que las ciencias económicas o la tecnología. La cultura humana es un código que permea cada decisión cotidiana, y que desde allí se construye el futuro que merecemos, a partir de lo que ya tenemos. Podemos inspirarnos en prácticas de otras culturas, pero siempre el éxito está relacionado con la adaptación desde lo que nos funciona y no la simple adopción de lo que vemos en culturas que consideremos referentes.


Estamos frente a una oportunidad de oro para replantearnos muchas cosas a nivel personal, laboral, empresarial y hasta social. Pero hagámoslo desde el autoconocimiento, uso de nuestras fortalezas naturales y arranque desde nuestras zonas de menor resistencia. 



[1] Levinson, Justin D. and Peng, Kaiping, Valoración de las Diferencias Culturales en la Economía Conductual. ICFAI Journal of Behavioral Finance, Vol. 4, pp. 32-47, 2007, Disponible en SSRN: https://ssrn.com/abstract=899688



Colaboracion de:


 Joselyn Quintero

Especialista en Neurofinanzas

http://www.joselynquintero.com

https://www.linkedin.com/in/joselynquintero

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