3 preguntas para saber si tomamos decisiones correctas, según la neuroeconomía

La neuroeconomía combina la neurociencia, la psicología y la economía
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Neuroeconomia


En cada decisión que se toma dentro de la empresa, se juegan los recursos. Una decisión errada puede costarle muchísimo dinero a una empresa, e incluso podría llevarla a la quiebra. En esta oportunidad vamos a hacer uso de las investigaciones en neuroeconomía para saber si estamos tomando decisiones objetivas.


La neuroeconomía es una disciplina que combina la neurociencia, la psicología y la economía para dar explicación acerca de la forma como tomamos decisiones óptimas de recursos que nos permitan crecer en nuestros espacios. Se trata de aprender a tomar decisiones razonables en situaciones inciertas, donde existen presiones externas (posicionamiento, branding, rentabilidad) y presiones internas (estabilidad, trayectoria, imagen profesional).


Una de las más claras premisas en neuroeconomía es que el optimismo ilusorio es una amenaza para las empresas. Todo director financiero tiene como labor principal medir y calibrar los niveles de riesgo que se corren en cada decisión de crecimiento y/o expansión, para garantizar la integridad de la empresa. Para ello debe tener un sentido de prudencia, previsión y escepticismo que no es del agrado para otros departamentos dentro de la empresa.


Con el fin de ayudar a los líderes de los departamentos que toman decisiones riesgosas, vamos a conocer las 3 preguntas básicas que debemos hacernos, propuestas por el padre de la neuroeconomía Daniel Kahneman, con la finalidad de aterrizar cualquier irracionalidad que amenace la estabilidad de la empresa.


1.   ¿Existen razones para considerar que el equipo hace recomendaciones basados en intereses personales?


Existen una serie de procesos psicológicos que operan a nivel inconsciente, que nos llevan a conclusiones erradas. Esto se conoce como sesgos cognitivos y es uno de los puntos ciegos en el pensamiento humano que debemos prestar atención. Los sesgos por intereses personales nos hacen identificar con mayor rapidez soluciones que nos resulten familiares, en lugar de identificar aquellos que sean adecuados para la situación que se nos presenta.


Antes de dar como válida una sugerencia, debemos asegurarnos de conocer el proceso de pensamiento que llevó a concluir que ésta era una buena idea, más que quedarnos en la idea propuesta. Aquí puede incluso detectarse a tiempo algún exceso de optimismo.


2.   ¿Hasta dónde se implicó emocionalmente el equipo al momento de hacer la propuesta? 


Cuando comprendemos la emocionalidad implicada en una decisión, podemos comprender la posibilidad de que una persona está apegada a que suceda algo con lo que tiene conexión emocional sin fundamento ni verificación lógica. De la misma manera como existen sesgos cognitivos, existen los sesgos afectivos, los cuales pasan desapercibidos con mayor facilidad porque la mayoría de las personas en las organizaciones se han comprado la idea de que las emociones son algo que entorpece las decisiones y se asume que están fuera de los espacios laborales.


A pesar de que la neuroeconomía cuenta con tecnología a través de la cual puede detectar la bioquímica detrás de cada emoción, en la organización el líder puede identificar los sesgos afectivos a través de las señales corporales o expresiones inusuales que se observen quienes hacen la propuesta.


3.   ¿Hubo opiniones divergentes en la elaboración de la propuesta, o se quedó por fuera alguna idea no tomada en cuenta por la mayoría?


Hasta en los momentos más casuales, los seres humanos tenemos la tendencia de ajustar nuestras preferencias a la decisión de la mayoría. Esta adaptación al pensamiento de grupo se le conoce como efecto rebaño, y tiene su base en los mecanismos de sobrevivencia que traemos de nuestros antepasados. Cuando tomamos en cuenta este comportamiento, podemos rescatar cualquier buena idea que haya sido ignorado por la mayoría, y tendremos claro la forma como se llegó al consenso de la propuesta.

Es importante recordar que la forma como se llegan a las decisiones en equipo no atiende a la brillantez de las ideas, sino a la personalidad de quienes hacen las propuestas. Algunas personas son más introvertidas que otras, por lo que podemos encontrar muy buenas ideas que murieron en la mente de quienes les cuesta expresarse efectivamente.


No se espera que los equipos de trabajo tomen decisiones perfectas, sino que las decisiones puedan depurarse lo más posible de los elementos distractores que se crean a partir de los errores predecibles del pensamiento humano. Recordemos que somos seres emocionales que razonamos, por lo que ignorar lo que sentimos nos pone en una posición donde la calidad de las decisiones pueda afectar la estabilidad de la empresa y sus empleados.



Colaboracion de:

 Joselyn Quintero

Especialista en Neurofinanzas

http://www.joselynquintero.com

https://www.linkedin.com/in/joselynquintero

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